ALGUNAS OBSERVACIONES PARA
LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DIA SOBRE
ELENA DE WHITE Y LAS VACUNAS

Merlin D. Burt, Ph.D.

14 de mayo de 2021

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Dios se preocupa por cada uno de nosotros. No sólo le importa nuestra vida espiritual, sino también nuestra vida física, emocional y social. En su última carta, registrada en la Biblia, el apóstol Juan escribió: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera alma" (3 Juan 2, RVR 1995). A través del mensaje de salud los adventistas han tratado de experimentar y practicar el ministerio de curación de Jesús. Elena de White, una de las tres personas cofundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, recibió un llamado de Dios para ser Su mensajera. Su ministerio profético no fue para tomar el lugar de las Escrituras ni añadir a ellas, sino más bien para llamar nuestra atención a los principios de la Biblia y aplicarlos cuando fuera necesario, para el desarrollo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Pero el Espíritu Santo también la llevó a guiar a la iglesia en sus principales ministerios de publicaciones, salud, educación y misión mundial. Elena de White tuvo cuatro grandes visiones que apoyan el amplio trabajo del ministerio de salud. Estas y muchas otras revelaciones posteriores condujeron al establecimiento de hospitales, clínicas y un ministerio médico de cobertura mundial. Su escrito más extenso sobre el tema de la salud se encuentra en su libro El Ministerio de Curación, publicado originalmente [en inglés] en 1905.

No hay un consejo específico sobre vacunas

Elena de White tenía mucho que decir sobre muchas cosas relacionadas con la salud, pero no proporcionó ningún consejo específico sobre las vacunas. Por lo tanto, este documento no pretende de ninguna manera resolver el asunto de si una persona debe ponerse una vacuna en particular o no. Esta es una decisión personal que necesita ser guiada por el estudio con oración, la consideración de los principios bíblicos y el consejo médico. Sólo tenemos algunas historias sobre las interacciones de Elena de White, su familia y obreros con respecto a las vacunas. Estas nos ayudan a entender cómo aplicó los principios bíblicos relacionados con el desarrollo de avances científicos en vacunas, ya que carecemos de una revelación profética específica.

Historias relacionadas con vacunas

W. C. White:

En 1924, W. C. White, hijo de Elena de White, escribió al Dr. L. C. Kellogg en Loma Linda, California [, Estados Unidos]. Kellogg había preguntado sobre la posición de Elena de White acerca de las vacunas. Según W. C. White, “ella lo consideró como una pregunta confusa”. Y continuó: "No recuerdo si ella alguna vez dijo, o si escribió, que tenía instrucciones especiales con respecto a la vacunación". Willie vio a su madre como abordando el asunto racionalmente en ausencia de revelación profética directa:

“En mis primeros días ella habló de ello como algo peligroso y relató mi propia experiencia. Ella dijo que de niño yo estaba perfectamente sano hasta que me vacunaron, y por eso mi salud se deterioró. Madre escuchó atentamente los argumentos de que los métodos de vacunación habían mejorado, y cuando en nuestros viajes fuimos a una ciudad grande donde la viruela estaba haciendo estragos y se discutió el asunto de si yo y mis asociados debíamos ser vacunados o no, ella no ofreció objeción en vista del argumento de los médicos de que no era sólo por nuestra propia seguridad, sino por la seguridad de los demás. Yo y mis asociados fuimos vacunados".[1]

Debido a la forma en que se fabricaban y administraban las vacunas contra la viruela en el siglo diecinueve, no sólo podían producir síntomas de viruela; también podrían contener contaminación bacteriana que podría causar otras enfermedades graves. Con el paso del tiempo se fueron realizando mejoras en las vacunas.

D. E. Robinson:

El esposo de la nieta de Elena de White y por muchos años su asistente de oficina, D. E. Robinson, respondió a una carta dirigida a Elena de White sobre la vacunación. Robinson es quien escribió el ampliamente influyente libro, The Story of Our Health Message [La historia de nuestro mensaje de salud].[2] Él respondió de manera similar a W. C. White que "los escritos de la hermana White contienen principios amplios que deben guiarnos en todo nuestro trabajo. Sin embargo, cuando se trata de detalles, es necesario que los estudiemos y lleguemos a nuestra propia conclusión. Debido a nuestras limitaciones finitas, no siempre vemos igual en algunos de estos asuntos ". Robinson luego compartió una historia interesante, aunque trágica, de un pariente cercano que murió de viruela:

“Cuando era joven, me vacunaron y estuve muy mal por un tiempo. Esto me llevó a sentir que era una mala decisión vacunarse. Por otro lado, me sentí diferente cuando me enteré de la muerte de mi tío en la india, el pastor D. A. Robinson, quien se había negado a ser vacunado.  Otros que habían sido vacunados y que estaban estrechamente asociados con él, o bien escaparon la enfermedad por completo o la tuvieron muy levemente.  Antes de morir declaró que, si tuviera que hacerlo de nuevo, sin duda se vacunaría."[3]

Robinson concluyó que era importante seguir el "tratamiento sencillo" de los remedios naturales establecidos en los testimonios de Elena de White y que también podríamos beneficiarnos de la vacuna. Pero volvió a concluir que esta era su propia declaración personal "por lo que la hermana White de ninguna manera es responsable".

En 1931, D. E. Robinson escribió otra carta en respuesta a una pregunta sobre la vacunación. Indicó que incluso Elena de White recibió una vacuna contra la viruela.

“Sin embargo, le interesará saber, que en el tiempo cuando hubo una epidemia de viruela en las inmediaciones, ella misma se vacunó e instó a sus ayudantes, los que se relacionaban con ella, a que se vacunaran. Al dar este paso, la hermana White reconoció el hecho de que se ha demostrado que la vacuna hace que uno sea inmune a la viruela o aligera en gran medida sus efectos si uno la contrae. También reconoció el peligro de exponer a otros que no tomaron esta precaución.”[4]

Robinson, quien había sido misionero en África, recordó lo siguiente en la misión de ellos:

"La viruela estaba alrededor de nosotros y entró en la escuela. Después de que los estudiantes se vacunaron, no tuvimos otro caso, y en ningún caso vimos malos resultados".[5]

Los documentos adventistas sobre salud, los documentos de las uniones y, ocasionalmente, los documentos generales de la iglesia, del siglo XX, proporcionaron información educativa sobre las vacunas, en particular para la de viruela y de poliomielitis. En general, apoyaron las vacunas cuando se demostró que tenían relativamente pocos efectos secundarios y reducían en gran medida el peligro de muerte o discapacidad. Además, como señaló Robinson anteriormente, durante el siglo XX, el proporcionar vacunas era parte del trabajo misionero adventista del séptimo día.[6]

Arturo L. White:

Durante el brote de poliomielitis a mediados del siglo XX, hubo discusiones sobre si tomar o no la vacuna. Arturo White, nieto de Elena de White y secretario del Patrimonio White, respondió a una carta que recibió: "Si alguien le ha informado que la hermana White aconsejó contra la vacunación o las inoculaciones, está equivocado". A. L. White dijo entonces:

“Pienso en los misioneros que salieron a trabajar durante los primeros años de nuestra obra, algunos de los cuales pensaban que el vacunarse era violar los principios. Ellos fueron vencidos por la enfermedad y pronto llenaron las tumbas que prácticamente no prestaron servicio alguno al campo misionero. ¿No habría sido mucho más agradable para Dios que hubieran tomado los pasos que les hubiera prevenido sucumbir a estas temibles enfermedades?”

White entonces contó una triste historia:

“Pienso en uno de nuestros médicos que hoy debe estar pasando mucho tiempo en un pulmón de hierro [un antiguo tipo de ventilador]. En la flor de la vida, fue enviado hace unos años al norte de África, donde dirigió muy bien nuestro servicio médico. El Señor bendijo su ministerio. La vacuna era segura contra la poliomielitis, pero por alguna razón no había suficientes para todos. El médico inyectó la vacuna a todos, pero no así mismo. Reconoció que era sabio aplicarse la vacuna pero, debido a la escasez, no lo hizo. En la epidemia que arrasó al país, él sucumbió a la enfermedad de forma muy paralizante. Con la cooperación del gobierno estadounidense, fue llevado de regreso a los Estados Unidos en un avión ambulancia. Lo que sufrió el hombre es difícil de describir. Hubo pocas esperanzas de que alguna vez hiciera uso de sus facultades normales. Era un hombre joven que tenía una familia.” [7]

Ejemplo de quinina y un principio de salud

Dios ha provisto, a través de los escritos de Elena de White, principios que pueden guiarnos al considerar si recibir o no una vacuna. En ausencia del consejo directo de Dios, estamos llamados a ejercer buen juicio y prestar atención a los avances médicos. En un momento dado escribió: "Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las circunstancias cambian la relación de las cosas" (3MS 247).

“Elena de White aplicó este principio con respecto al uso de la quinina, una droga fuerte y tóxica que, durante muchos años a mediados del siglo diecinueve, fue utilizada por médicos sin una base médica científica correcta. Más tarde se descubrió que la quinina podría ser eficaz en el tratamiento de la malaria. Algunos adventistas se negaron a usar la quinina para tratar la malaria debido a lo que Elena de White había escrito tempranamente en contra de la práctica médica peligrosa y falsa (como la terapia heroica). Mientras estaba en Australia en la década de 1890, W. C. White recordó que su madre respondió a una trágica pregunta de un hombre que había perdido a su primogénito a causa de la malaria. Debido al testimonio temprano de Elena de White contra la quinina, según lo utilizado por los doctores sin base científica, él se negó a permitir que su hijo fuera tratado con esta droga. "Cuando se reunió con la hermana White, le hizo esta pregunta: '¿Habría pecado al dar al niño quinina cuando no sabía de otra manera para controlar la malaria y cuando estaba la perspectiva de morir sin ella?' En respuesta, ella dijo: 'No, se espera que hagamos lo mejor que podamos.'"[8]

En el contexto de la dirección de Dios, se nos anima a seguir los principios que se dan. Sobre el tema de las nuevas vacunas contra el COVID-19, puede haber razones por las que una persona crea que es más prudente no tomar la vacuna o tomar la decisión de tomar una marca en particular en lugar de otra. Todos estos son asuntos de decisión personal y no un asunto de mandato divino ya sea a través de la Biblia o de los escritos de Elena de White.

Notas:

[1] W.C. White a L.C. Kellogg, 5 de febrero de 1924, Q y A 34-E-2, Ellen G. White Estate, Inc., Silver Spring, MD (EGWE).

[2] Dores Eugene Robinson, The Story of Our Health Message: The Origin, Character, and Development of Health Education in the Seventh-day Adventist Church (Nashville, TN: Southern Publishing, 1955).

[3] D. E. Robinson a A.C. Anderson, Archie, MO, 10 de febrero de 1915, EGWE.

[4] D. E. Robinson a Clarence Hocker, 12 de junio de 1931, EGWE.

[5] Ibíd.

[6] Otros dos ejemplos: Carta de Leatha Coulston a su familia, 16 de abril de 1934, de Zhangjakou, Hebei, China: "Elmer amputó tres pies, vacunó a doscientos prisioneros, tenía veintiún pacientes en la clínica…" Elmer F. Coulston Collection, Loma Linda University, Archives and Special Collections; Solusi tuvo un día de vacunación durante un brote, misionero sudafricano, 21 de septiembre de 1914.

[7] Arthur L. White a L. D. King, 13 de marzo de 1961, EGWE.

[8] W.C. White a "Dear Sister" (“Querida Hermana”), 10 de septiembre de 1935, EGWE; véase también la nota al pie en 2SM, 281-282.